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Garrido, el otoño y las castañas

Mmmmm ¿lo oléis? ¡¡Ya empieza a llegarnos el olor a castañas asadas en el barrio!! Como cada año, al empezar el otoño, y hasta que el invierno termine, se instalan los puestos de venta de castañas asadas en las calles de Salamanca. Los castañeros que los ocupan, inundan los barrios de un humo y un olor típico del otoño y el invierno.
Las castañas son bonitas, ¿verdad?

Se trata de una tradición instaurada en toda España y que anticipa la llegada del frío. ¿Quién no se ha llenado las manos de hollín pelando las castañas que le han vendido en un cucurucho de papel? ¿Quién no se ha acercado nunca a un puesto a ver cómo trabajan los castañeros?

No os explicamos nada nuevo si os decimos que para asarlas, los castañeros utilizan bidones agujereados en los que colocan brasas, sobre las cuales ponen las castañas rajadas que remueven de vez en cuando hasta que están completamente hechas. Sin embargo, quizá no sepáis que el origen de esta tradición se encuentra en la fiesta del "Magosto" (la denominación más conocida) también llamada "calbotá" en otras zonas de Castilla y León (en realidad tiene varias acepciones), que es una fiesta que tiene que ver mucho con el fuego y la recogida de la cosecha, y que es de origen celta, directamente relacionada con el Samhain. Para los celtas los castaños tenían un significado profundo, de protección, y su fruto reunía los tres poderes (fuego, tierra y agua).


Hojas doradas, erizos, y dentro de ellos, el preciado fruto
Una de las aquí presentes recuerda historias contadas por su abuela en torno al castaño y su fruto. Para ella la castaña constituyó parte de su alimentación base en ciertas épocas oscuras de la historia de España. En otras palabras, el fruto del castaño, abundante por su localidad natal, le quitó el hambre. No es de extrañar que le tenga tanto cariño a estos árboles.

Volviendo a la realidad práctica, lejos de todo ese significado trascendental, en Salamanca es muy habitual comprar las castañas asadas por las calles del centro de la ciudad. En el barrio Garrido, sin embargo, no existen muchos puestos donde poder comprarlas. A saber, el puesto en el cruce de Alfonso IX con Federico Anaya. Y cerca, pero cruzando los límites imaginarios de la Avenida de Portugal, tenemos otro puesto en María Auxiliadora.



Aunque las castañas se pueden preparar de mil formas (hervidas, transformadas en salsa, en postre o incluso crudas), el aroma de la castaña asada nos confirma que el frío llega y que hay que arrimarse a cosas que den calorcito, como el cucurucho de papel repleto de castañas recién salidas del tambor o el calor del hogar, esto es, del barrio.

Así que queridos lectores, hay que abrigarse y disfrutar de las experiencias de temporada. Os animamos a que os acerquéis a un puesto, si es posible de Garrido, y os deis un paseo por las calles del barrio mientras degustáis este fruto tan mágico. O bien podéis comprar castañas en alguna de las fruterías patrias y preparar vuestro magosto personal en casa. Si le dais un sentido profundo o no, está en vuestras manos.

¡A disfrutar del otoño!

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