Google+ Vivir en Garrido: agosto 2013

#veranogarrider

Querido diario,

el verano siempre es época de vacaciones, de maletas que se llenan y vacían, de poner kilómetros de por medio. Para muchos, los meses estivales significan escapar del barrio y poner destino a la playa, a la montaña, al pueblo de los abuelos o a alguna ciudad turística los más pudientes. Sin embargo, para mí el verano supone la posibilidad de VOLVER a Garrido ¡¡¡por fin!!!

Puesta de sol en Garrido
Cuando he comentado a los conocidos que este año no hago ningún gran viaje, sino que voy a pasar el verano en nuestro barrio, me miran con incredulidad. Algunos incluso con lástima. Sin embargo, yo estoy feliz, contando las horas para volver y huir de la gran ciudad rumbo a los orígenes. No saben lo que se pierden y ahora que lo pienso ni siquiera he intentado argumentar mi elección por miedo a que vean las grandes ventajas de pasar las vacaciones en Garrido e invadan el barrio como han hecho con la costa. 

Entiendo que los que viven siempre en el barrio estén deseando cambiar de aires, pero para los que estamos fuera, poder volver a casa es la verdadera felicidad. Las pequeñas ventajas que hacen la vida mejor se aprecian con mayor intensidad cuando no las tienes tan a mano. Es en esos momentos cuando te das cuenta de que pasear por el barrio sin tener que ir corriendo ni esquivando aglomeraciones y atascos, no tiene precio. Por eso, y otras razones, estoy deseando llegar a Garrido para pasar allí el verano.

Caminar a mi ritmo, sin prisas por llegar a ninguna parte, observándolo todo de otra manera (a veces como si fuera la primera vez que lo veo), porque en verano la vida sucede de otra manera y el barrio tiene otro aspecto. 
Salir a por el pan y volver paseando por las calles (y hacer una parada en el bar de enfrente a tomar una cañita antes de subir con la familia) mientras te llegan los olores de la comida de las casas (comida casera de verdad, de la que abre el apetito), de la ropa recién tendida, del humo del cigarro del señor que sale a fumar al balcón en gayumbos.

Sunset Chinchi

No tenemos playa. Si la tuviéramos este lugar sería perfecto y no pedimos tanto. Tendríamos buena gastronomía, calor por el día y fresco por la noche, parques, piscinas, alternativas de ocio, fiesta, buena gente... Seríamos un barrio de envidia. Aunque, ¿qué tonterías digo? Si ya lo somos. Pero bueno, sin playa. Y sin embargo las alternativas, aunque sencillas, son variadas.


Terraza time      
Echarte una siesta en el sofá, con la ventana abierta y el sonido del barrio de fondo. Placer absoluto. Y después esperar a que se baje el sol para ver el atardecer del barrio, de nuevo en movimiento cuando el calor no es tan sofocante.

Ver a los niños corretear sin peligros (si acaso los que ha habido siempre) por las calles peatonales o en el parque. Las charlas de abuelos a media tarde, sentados en un banco (que no en silla del Ikea, aunque tiempo al tiempo...), compartir un helado y comerlo mientras caminas. De nuevo, sin prisa ninguna. Fuera relojes.

Poder ir en chanclas de goma a todas partes. Despreocuparte de lo que te pones o dejas de poner. 
Las noches serenas pero llenas de vida de gente disfrutando en la calle, paseando al fresco o tomando algo en una terraza tranquila. Con un buen pincho y a buen precio.
El aire de Salamanca que viene y va, y refresca (benditas noches charras). Para el que quiera, también existe una noche de locales con música, copas, gente joven y de espíritu joven.
Abuelos, padres e hijos juntos (a veces revueltos) disfrutando de la calle, del tiempo libre (esas partidas de cartas en casa...), de la compañía, de las pequeñas cosas. Sin aspirar a nada más que estar a la sombra y pasar el rato (que ya habrá tiempo de enfrentarse a las complicaciones). Relax. Verdadera desconexión.




Esas son las vacaciones auténticas. Las vacaciones garrider. Y aunque para muchos no sea gran cosa, para mí ahora lo son todo.

Ya estoy aquí, en mi barrio. En casa.


14 de agosto de 2013, Garrido.


el #veranogarrider mola!!